Hubiera querido escribir
otra crónica, pero es lo que hay. Iba con sensaciones inmejorables, después de
Aranjuez me encontraba genial. Había entrenado bien así que…¿por qué no aspirar
al 45?
Quizás ese fue mi error…
El lugar era inmejorable,
el mítico circuito del Jarama. La organización estaba siendo de 10, el parking
genial (puedes dejar el coche a escasos metros de la salida) y todo francamente
bien. La salida de 5 kms era antes que la de 10 kms, y ahí participaba Rodrigo.
Hizo buena carrera, entrando en undécima posición. Le vi muy suelto, sin la
cara torcida que tenía este tiempo atrás…me alegré mucho de ver sus avances.
En la de 10 kms participábamos
mi padre, mi hermano y yo. Si, habéis leído bien, mi hermano.
El tío estaba súper
motivado, tenía muchas ganas pero también mucho respeto, cosa que está bien,
porque mi hermano es de los que sale escopetado y a los 10 minutos no puede con
la vida. Pero en este caso supo dosificar y logró terminar como lo que es, un
verdadero campeón. La última vuelta la hizo con una gran compañía, Rodri hizo
de apoyo moral y tengo dos fotos que valen oro! Desde aquí, de manera pública,
mi enhorabuena por la gesta, hizo un carrerón, muy inteligente y bien
dosificada. Chapó!
Y ahora viene lo bueno.
Mi padre se había empeñado en correr conmigo los 10 kms, a mi lado. “Si te
quieres aburrir…” contesté yo cuando me hizo el ofrecimiento.
Arrancó la carrera y yo
me sentía bien. Pero claro, a los 10 metros…cuesta. Y qué cuesta! Eso no
terminaba nunca, una pendiente demasiado dura y que no daba tregua. A la mitad
de la subida ya supe que iba a ser muy difícil subirla dos veces más, pero
bueno. Fijamos el ritmo, 4:25. Iba bien. No tocándome las narices, pero bien.
Pasamos el km 5 y ahí ya
se torció el día. Pasé por la meta, quedaba vuelta y media al circuito y
mirando a Rodri le hice señales de que iba a pinchar seguro. Me cayó una bronca
tremenda por su parte pero era la realidad. Iba tan mal que nada más doblar la
vuelta me paré a la derecha a coger aire, si seguía 5 metros más me iba a
desplomar, eso seguro. Tenía la respiración agónica no, lo siguiente. Y ya ahí
fue cuando le dije a mi padre que el tiempo se iba, que el ritmo no lo iba a mantener
ni jarto de vino y que se había acabado. Recuperé el aliento y comencé a
trotar, con la impotencia no poder ir más rápido. Y con rabia, mucha rabia.
En el km 8 se me pegó un
tío que me contó su vida y no le di una mala respuesta de milagro, estaba yo
calentito…
Y nada, paso por meto y
el crono marca 48 y pico…no sabía dónde meterme, esa es la realidad. Aún hoy es
difícil explicar la sensación que me invadió al terminar la carrera.
Ahora me daré un tiempo
sabático de carreras, me limitaré a entrenar, a encontrarme mejor y cuando vaya
a una carrera será con garantías de hacer algo digno, no de repetir lo que
sucedió en el Jarama.
Así que nada, volveré….