Maratón de Madrid, crónica

Terminé Sevilla y no imaginaba lo que vendría después. En mi santo mis padres me regalaron las Adidas Ultra Boost y…daban un vale para el Maratón de Madrid, así que…vuelta a la carga!! Logré enganchar a mi amigo Lorenzo, aunque tampoco hizo falta insistir mucho.

 

Disponíamos de un mes escaso, pero por falta de ganas no iba a ser. Así que empezamos a hacer kilómetros…

 

Las piernas se quejaban, nos dolían cosas que antes no dolían, tuvimos que pasar varias veces por boxes, pero bueno, nada que fuera novedad, porque sabíamos a lo que nos enfrentábamos. Las dos últimas semanas fueron las más delicadas, yo empecé a notar molestias en el tensor de la fascia, y tuve que parar 3 días porque se inflamó. Lorenzo notaba pinchazos en un dedo del pie, y tuvieron que hacerle una punción seca.

 

Pese a todo, el domingo estábamos listos. Daban lluvias, y acertaron de pleno. Aunque creo que nos benefició, porque fuimos muy cómodos en todo momento. Salimos del cajón 1, con lo que no tuvimos que sufrir una salida pesada y lenta. Para mi sorpresa cogimos sitio rápido, pusimos velocidad de crucero y nos limitamos a avanzar. Obviamente tuvimos que adelantar a gente, esquivar a otros tantos, pero no nos encontramos con mucha faena.

 

Decidimos fijar el ritmo a 5.20 aprox. Y pocos fueron los kms que salieron a ese ritmo. Casi todos salían más rápidos, pero es que íbamos muy bien. Pasamos el ecuador de la prueba con unas sensaciones inmejorables. Las piernas iban frescas, no había molestias. Antes de bajar hacia la Avenida de Valladolid necesité ir al baño. Era la primera vez que, en medio de una carrera, tenía que parar. Y casi la lio, porque al entrar al baño resbalé y por poco me como la puerta…

 

Una vez solventada la parada de turno pusimos rumbo a la Casa de Campo. 1 km antes ya esperaba mi padre, con la mochilita a la espalda, dispuesto a echarnos una mano en los últimos 19 kms. Verle fue una alegría enorme, yo me acordaba del año pasado y…tela, cuando le vi lo único que me salió fue decirle “voy más jodido de lo que pensaba”. Pero esta vez era diferente, tenía otro feeling. Se unió al grupo y empezaba lo bueno, la recta final. El paso por Casa de Campo fue bien, Lorenzo me comentaba que iba algo cargado, pero tenía buena cara así que no le hice mucho caso. Mi padre iba contando chistes, hablando con otros corredores, ofreciendo agua a todo el mundo…es un fenómeno.

 

Salimos de la Casa de Campo y mi ilusión fue ver el estadio del atleti, porque el año pasado iba tan fastidiado que me lo perdí. Disfruté mucho de ese momento, los 3 íbamos de cine, con una zancada fluida, buena cara…todo de cine. Habíamos pasado el km 32 y la cosa pintaba genial.

 

Antes de llegar a Atocha nos dimos Reflex en varias zonas de las piernas que empezaban a molestarnos. Pero nada serio.

 

Nada más pasar Atocha….zas!. Sentí una punzada tremenda en la rodilla derecha, no era el tensor, era la rodilla. Y me quedaba la subida de Recoletos y la de Alcalá. Era el peor momento para tener dolor en la rodilla. Pero había que afrontarlo. Lorenzo estuvo pendiente todo el rato, y mi padre tenía cara de “no, otra vez no”. La rodilla cada vez me dolía más, el réflex no hacía nada y quedaba mucho maratón.

 

Trataba de concentrarme en otras cosas pero el dolor era intenso. Paré dos veces, me tocaba la rodilla y las manos me temblaban. No podía ser posible que pasara de nuevo lo mismo. Ibamos genial y parecía que todo se iba a truncar. Le dije varias veces a Lorenzo “tira que te haces un marcón” pero no, no quería tirar, quiso estar conmigo, cosa que le agradezco mucho y que dice mucho de cómo es. Recoletos se me hizo eterno, pero es que la subida de Alcalá…fue un infierno. Al dolor en la rodilla se le sumó que el piramidal se me estaba durmiendo, el femoral estaba hiper cargado y la zancada ya no iba bien, estaba metiendo demasiado la cadera y eso no pintaba bien. Terminamos de subir Alcalá y de repente, sin haberlo pensado previamente me viene el recuerdo de una película. Quedan 2 kms y mi cabeza me echa un cable cuando más lo necesitaba. Veo a Rocky en el suelo, medio ko, se acerca Micky y le dice “un combate no termina hasta que no suena la campana, y yo no he oído nada, así que levántate hijo de puta”. Como por arte de magia noto que mis piernas vuelven a coger velocidad, poco a poco recupero ritmo y zancada. Los gritos de Lorenzo y de mi padre me animan, no todo estaba perdido. Empiezo a correr y soy consciente de que me embalo cuando miro a mi lado y no veo ni a Lorenzo ni a mi padre. Freno un poco, me cogen, y tiramos. Entramos en el Retiro, y ponemos el turbo. Al final del todo veo el crono, si seguimos así bajamos de 3 horas y 50 minutos. Y así fue.

 

Aguantamos agua, viento, frio, zapatillas caladas. Ignoramos el dolor, las adversidades. Fuimos fuertes cuando tuvimos que serlo. Y todo mereció la pena. Yo terminé feliz pero es que Lorenzo mejoró su marca de Sevilla (conseguida un mes y medio antes) bajándola casi 7 minutos. Una barbaridad. Lo que ha hecho ha sido épico, tiene un mérito increíble.

 

Al cruzar meta nos fundimos los tres en un abrazo, estos momentos se recuerdan toda la vida. Le plantamos cara al maratón y ganamos.

 

A día de hoy ando mal, me duele todo y me noto super ko. Pero miro la medalla y se me van los males, mereció la pena todo. Y esa medalla representa la amistad, el sacrificio, las ganas de afrontar retos y de superarnos a nosotros mismos.

 

Yo no hubiera corrido el maratón si mis padres no llegan a regalarme las zapatillas, o si Lorenzo me hubiera dicho que no se apuntaba. Fueron vitales los entrenamientos en compañía, las series donde Rodro nos daba candela, los rodajes donde íbamos charlando los 4 y se pasaban los minutos volando. El Maratón de Madrid fue una oda a la amistad, 42 kms corriendo, sufriendo y siendo felices. Un amigo al lado, mi padre al otro y en meta esperando Rodro. Llovía, tenía los pies calados pero de ahí no se movió hasta que no nos vio. Me viene a la cabeza la letra de una canción que dice “es increíble que alguien genial piense que tú eres genial también”. Muchos años de amistad nos unen, pero nunca un día es igual al anterior. Todavía no es Fisio titulado, pero La Paz ha calificado sus prácticas con un 9,72 y encima ha quedado campeón de Liga con las divisiones inferiores del Leganés.  Me quito el sombrero.

 

Esta clase de momentos te enseñan lo que vale la vida. Doy gracias todos los días por haberme encontrado esa noche a Lorenzo rodando por Sanchinarro. Esta historia, sin él, no sería la misma. No me imagino afrontando otro maratón sin mi padre, sin Lorenzo, sin Rodrigo…no lo concibo.

 

Mi padre madrugó, llevó el coche al Retiro y dejó toallas y ropa seca en el maletero, para que cuando termináramos pudiéramos secarnos y volver a casa. Cogió el metro y se fue a Príncipe Pio para hacerse con nosotros los últimos 18 kms. Dos días antes se hizo una fabada espectacular para que ese día fuera aún mejor, y compró chuletones, que sabe que me encantan. La medalla es más suya que mía, porque si he retomado la ilusión por correr, me he olvidado de marcas y me he centrado en afrontar retos es por culpa suya…así de claro.

 

El año que viene Sevilla, y entre medias…seguro que algo caerá.

 

Gracias a todos, en especial a mi padre, a Lorenzo y a Rodri, porque esta cuadrilla que tenemos vale un tesoro. Nos esperan muchos más kms juntos chicos…muchos kms y muchos instantes de felicidad.

1 comentario:

Damián Sánchez dijo...

Ya estás tardando en apuntarte al de Castellón